Jack Ma, el fundador y director general de la gigante empresa china Alibaba, una suerte de Amazon combinada con EBay, compartió en 2016 una intrigante reflexión sobre las posibilidades de la inteligencia artificial para la planeación económica:
“Durante los últimos 100 años, hemos llegado a creer que la economía de mercado es el mejor sistema, pero en mi opinión, habrá un cambio significativo en las próximas tres décadas y la economía planificada será cada vez más grande. ¿Por qué? Porque con acceso a todo tipo de datos, es posible que podamos encontrar la mano invisible del mercado.
La economía planificada de la que hablo no es la misma que usó la Unión Soviética o al inicio de la fundación de la República Popular China…
Con la ayuda de la inteligencia artificial o inteligencia múltiple, nuestra percepción del mundo se elevará a un nuevo nivel. Como tal, los grandes datos harán que el mercado sea más inteligente y permitirán pensar y predecir las fuerzas del mercado para permitirnos finalmente lograr una economía planificada.”
La perspectiva de Ma resurge cada vez que se habla del enorme potencial de la inteligencia artificial, como lo utilizó el éxito de Chat GPT. Desde que la planteó, numerosas publicaciones económicas han explicado sus limitaciones. En el centro de las argumentaciones contrarias aparece casi siempre una reflexión más añeja de Friedrich Von Hayek, el premio Nobel austriaco crítico de la planeación centralizada, a propósito del valor de la competencia como un procedimiento de descubrimiento. El conocimiento de la sociedad y en los mercados, apuntó Hayek, está disperso, muchas veces oculto hasta para los hogares y las empresas que lo podrían tener (hay cosas que solo se pueden descubrir al hacerlas), y es imposible agregarlo e integrarlo de manera continua. La competencia permite revelarlo y convertirlo en los datos que los consumidores y productores utilizan para tomar sus decisiones:
“…siempre que hagamos uso de la competencia, esto sólo puede justificarse por el desconocimiento de las circunstancias esenciales que determinan el comportamiento de los competidores. En los eventos deportivos, los exámenes, la adjudicación de contratos gubernamentales o la entrega de premios de poesía, por no hablar de la ciencia, sería manifiestamente absurdo patrocinar un concurso si supiéramos de antemano quién sería el ganador…la competencia [es] un procedimiento para descubrir hechos que, si el procedimiento no existiera, permanecerían desconocidos o al menos no serían utilizados.”
En otros términos, la enorme mayoría de los grandes datos que alimentarían el sistema de inteligencia artificial que, sin gran precisión, imagina Ma -preferencias e ingresos de los consumidores, estructuras de costos de los productores, precios, tecnologías y métodos administrativos para organizar la producción, oscilaciones del clima, contagios en patrones de consumo social y un larguísimo y quizás infinito etcétera – no puede conocerse de antemano. La información surge de la competencia misma, de las interacciones de millones de consumidores y empresas distribuidas alrededor del mundo, adaptándose continuamente a sus cambiantes condiciones locales. Un aspirante a planeador central no contará con los datos útiles y necesarios para saber qué, cuándo, cómo, dónde y para quién producir. Los competidores en un mercado descubren día a día las respuestas a esas incógnitas y esas respuestas cambian todos los días.
Lo anterior, sin contar que los modelos de predicción económica son, a pesar de su sofisticación, en última instancia rudimentarios. Ninguno, ni público ni privado, ni en Estados Unidos, Europa, Asia, África o América Latina, ha acertado consistentemente en sus pronósticos del ciclo económico, y no hay razones para suponer que la inteligencia artificial lo resuelva. El planeador central no solo no contará con la información completa, cualquiera que sea su modelo de una economía se volverá obsoleto una y otra vez porque la economía está en constante evolución. Aunque la capacidad de cómputo sigue creciendo y mejorando los resultados de la inteligencia artificial, agrega una misma complejidad a la economía. La competencia entre dos empresas sin sistemas de inteligencia artificial es menos compleja que la de empresas que sí los tienen.
La inteligencia artificial contribuirá a mejorar el proceso de descubrimiento de nuevas tecnologías, de señales tempranas sobre cambios en hábitos de consumo, de alternativas relevantes en la toma de decisiones, entre muchos otros, pero no podrá reemplazar a la competencia para este propósito. dependiendo de cómo evolucione y se utilice, elevará la calidad de la planeación dentro de las empresas, pero es muy poco probable que signifique el fin de la competencia como instrumento para revelar información y coordinar la actividad económica.