Resumen: Los investigadores dicen que el valor hedónico no es simplemente un mecanismo biológico y psicológico, también es vital para nuestra supervivencia.
Fuente: La conversación
Los humanos, al igual que otros sistemas cognitivos, somos sensibles a nuestro entorno. Usamos información sensorial para guiar nuestro comportamiento. A ser en el mundo.
Decidimos cómo actuar en función de la valor hedónico asignamos a objetos, personas, situaciones o eventos. Buscamos y participamos en comportamientos que conducen a resultados positivos o gratificantes y evitamos aquellos que conducen a consecuencias negativas o punitivas. Construimos nuestro conocimiento del mundo en función de cuánto nos gustan los elementos del entorno, y lo hacemos aprendiendo y generando expectativas sobre ellos.
La valoración hedónica es, en definitiva, un mecanismo biológico fundamental. Además, es crucial para la supervivencia.
Tradición normativa
Durante milenios, filósofos y científicos han perseguido un objetivo común: identificar leyes que vinculen las propiedades de los objetos y el placer de percibirlos.
La idea de que la preferencia emana del objeto se remonta al pensamiento filosófico clásico. La escuela pitagórica sostenía que el valor hedónico de cualquier objeto residía en la armonía y proporción entre sus partes. De igual forma, propiedades como la simetría, el equilibrio y la proporción áurea se han postulado como determinantes de nuestros gustos.
Esta filosofía asume que el valor hedónico es inherente al objeto. Por lo tanto, se espera que provoque respuestas predeterminadas en términos de belleza, gusto o deleite.
El epítome moderno de esta tradición es un estudio reciente en Nature Human Behaviour. Sus autores afirman que las preferencias se pueden predecir a partir de las características del estímulo.
Pero entonces, ¿por qué tenemos gustos tan diferentes y cambiantes? ¿Por qué amamos lo que otros odian y viceversa? ¿Cómo es posible que deje de gustarnos algo que amábamos o viceversa? ¿No son suficientes las propiedades de los estímulos para explicar por qué nos gusta lo que nos gusta?
Sensibilidad hedónica
Estas teorías y el supuesto sobre el que se articulan no han resistido el escrutinio empírico. La simetría no atrae a todos; Depende de la experiencia y la personalidad. La preferencia por la proporción áurea captura el gusto promedio, no el individual.
Es un error suponer que las tendencias generales implican uniformidad o informan leyes universales. En realidad, enmascaran una variabilidad significativa en la sensibilidad hedónica. Es decir, en el papel que juegan las propiedades de los objetos en cuánto nos gustan.
Cada persona aporta un conjunto único de experiencia y conocimiento a la valoración. La valoración también está relacionada con la situación en la que tiene lugar. De ahí el dicho “a cada cual lo suyo”.
Diferencias individuales
Ciertamente, nos gustan diferentes cosas de diferentes maneras. Una de las razones de esto es que los cerebros son diferentes, debido a causas genéticas, de desarrollo o experienciales. Esto significa que los procesos subyacentes a las valoraciones también varían.
Examinar estos procesos individuales es clave para comprender los mecanismos generales. La neurociencia ha contribuido sustancialmente en este sentido.
La conectividad entre las áreas sensoriales y el sistema de recompensas es esencial para la valoración hedónica. Explica una gran variabilidad en el placer que obtenemos de estímulos como la música. Esto significa que el placer de escuchar música depende de cómo se comunican estas áreas del cerebro. Tanto es así que la información sensorial que no se transmite al sistema de recompensas no tiene valor hedónico. Este es el caso de la anhedonia específica de la música, donde dicha comunicación se ve afectada. Como resultado, las personas con esta afección no pueden experimentar el placer de la música.
Otro factor importante es la experiencia previa, responsable de las diferencias de gusto entre las personas y entre los distintos momentos de la vida de una persona.
La familiaridad es esencial para definir las preferencias. De hecho, el placer experimentado con la música familiar y desconocida implica una actividad cerebral diferente. Incluso si demasiada repetición puede hacer que nos cansemos, nos gusta lo que sabemos.
El gusto por objetos que pertenecen a diferentes categorías está sesgado por nuestras preferencias. Entonces, la categoría preferida establece el criterio con el que evaluamos ambos objetos. Es decir, elegimos por comparación entre la respuesta por defecto y su alternativa.
Factores contextuales
Las diferencias individuales explican la diversidad de gustos entre las personas. Y cómo se articula la valoración modula el gusto según las circunstancias. Nos gustan cosas diferentes en momentos diferentes.
Entonces, ¿cómo desarrollamos preferencias? Las entidades físicas relevantes para la supervivencia están asociadas con propiedades sensoriales específicas. Esto nos permite aprender a detectar peligros y ventajas, el principio básico por el cual generamos preferencias. Sin embargo, eso no explica realmente por qué nuestros gustos varían. Una razón es que las valoraciones son sensibles al contexto.
La mayoría de los sistemas cognitivos desarrollan mecanismos que les permiten considerar otra información relevante sobre el estado, necesidades, metas y expectativas del sistema, y las condiciones de valoración. Por ejemplo, la elección de pareja de las hembras se ve afectada por la preferencia de otras hembras: a las guppies hembras les gusta un macho previamente rechazado si luego ven que otras hembras lo persiguen.
Ver también
Las expectativas, la fisiología y el entorno tienen una influencia significativa en la valoración. Afectan la forma en que los sistemas perceptivos, cognitivos y emocionales actúan sobre él.
Por ejemplo, cuando tenemos hambre, comer algo dulce suele ser muy placentero. A medida que nos llenamos, el placer de comer disminuye, hasta el punto de que aborrecemos nuestras comidas favoritas en ciertos momentos.
Sistemas de valoración
En resumen, el valor hedónico no es inherente al objeto. No se puede predecir únicamente en base a sus características. Depende de la neurobiología individual y de los recursos computacionales involucrados.
Esto no implica que las valoraciones sean arbitrarias. Si lo fueran, tendrían poca utilidad biológica. Por el contrario, los mecanismos cerebrales han evolucionado para proporcionar respuestas flexibles en un entorno cambiante.
Un mismo estímulo puede tomar valores radicalmente diferentes según la situación. Puede ser beneficioso para un individuo y perjudicial para otro; beneficiosa en algunas circunstancias y perjudicial en otras.
Por lo tanto, los sistemas de valoración son adaptativos, no prescriptivos. Sirven mucho mejor a la supervivencia al predecir el valor de los objetos en situaciones específicas.
La percepción no es un registro pasivo de las propiedades de los objetos. Es el medio por el cual un sistema cognitivo activo intenta dar sentido al mundo. Y lo hace evaluando continuamente la experiencia, los objetivos y las expectativas asociadas a los mismos.
Nuestra visión del mundo nunca es ingenua. Percibimos y evaluamos a través de una lente individual y situada; el lente de nuestra experiencia, conocimiento, intereses, necesidades, metas y expectativas.
Nos gusta lo que nos gusta porque somos quienes somos, aquí y ahora.
Sobre esta noticia de investigación en neurociencia
Autor: ana clemente
Fuente: La conversación
Contacto: Ana Clemente – La conversación
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Melencolia I de Durero es una adaptación de una imagen de UpdateNerd, con licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International