En medio de la cobertura continua y de pared a pared de la pandemia de Covid-19, puede que te hayas perdido una noticia importante. Un artículo académico publicado el mes pasado por el científico climático australiano Steven Sherwood y un equipo de colegas de todo el mundo, es posiblemente uno de los más importantes -y uno de los más aterradores- trabajos de investigación sobre el cambio climático que han surgido en los últimos años.
El documento aumenta la estimación del aumento de las temperaturas mundiales durante el próximo siglo a entre 2,5 y 4 grados centígrados. Esto está significativamente por encima del umbral de 2 grados consagrado en el acuerdo de París, y es una noticia extremadamente mala para la sostenibilidad de nuestro sistema de producción de alimentos.
Como tal, el documento también ha aportado un enfoque renovado sobre las formas de reducir las emisiones de carbono, y algunos analistas creen que los grandes datos son clave en este esfuerzo. En este artículo, exploraremos por qué.
Información y eficiencia
Hace tiempo que se ha observado un vínculo entre los grandes datos y el cambio climático, pero hasta la fecha el uso de los grandes datos en la ciencia del clima se ha limitado en gran medida a la evaluación de los daños causados por los contaminantes y los gases de efecto invernadero. Como hemos señalado anteriormente, los grandes datos junto con la observación avanzada de la Tierra es una de las formas en que esto se está implementando.
Sin embargo, hay un consenso creciente de que los grandes datos tienen el potencial de hacer nuestra economía más ecológica de una manera más fundamental.
La lógica es así. Los mercados, para operar eficazmente, necesitan la mayor cantidad de información posible sobre los productos que se comercian en ellos. En la actualidad, las empresas de producción de productos básicos -ya sea que estén perforando en busca de petróleo o produciendo trigo- disponen de una gran cantidad de información sobre el origen de sus productos y cómo se produjeron. Lamentablemente, muy pocos de estos datos están a disposición de los inversores en estos productos, y menos aún de sus consumidores finales.
Al poner a disposición los datos, permitiríamos a los inversores y consumidores tomar mejores decisiones cuando se trata de invertir y comprar bienes. Eso, eventualmente, podría significar productos más ecológicos.
Rastreando el petróleo
Para tomar un ejemplo de cómo funcionaría esto, consideremos un tanque de gasolina. La industria de la extracción de petróleo es una de las más avanzadas tecnológicamente en nuestra economía, y las empresas individuales recogen enormes cantidades de datos sobre cada barril de gas que extraen y venden. Sin embargo, por el momento, ninguno de estos datos llega al mercado de valores, donde el petróleo crudo se compra y vende como barriles genéricos e intercambiables.
La gasolina refinada a partir del petróleo de Oil Sands genera casi el doble del nivel de emisiones de gases de efecto invernadero que el petróleo del Mar del Norte. Pero por el momento, los inversores y los consumidores no tienen forma de saberlo y, por lo tanto, no hay forma de expresar una preferencia por la versión más ecológica. Para las empresas, los inversores y los consumidores, que cada vez más basan sus decisiones de compra en el impacto ecológico de los productos, este es un problema enorme.
El elemento más frustrante de esto es que gran parte de los datos que permitirían al mercado tomar este tipo de decisión informada ya existen, habiendo sido recogidos por vastas redes de IO que cubren casi todos los sectores de nuestras industrias manufactureras y de producción de alimentos. Es sólo que nunca sale de las redes de las empresas que lo recolectaron en primer lugar.
El futuro es ahora
Por supuesto, sigue habiendo enormes desafíos para poner estos datos a disposición de los consumidores e inversores. Uno de ellos es el tecnológico. A pesar de que muchas empresas de producción de alimentos poseen sofisticadas empresas de IO, es difícil ver cómo los productores en pequeña escala de los países en desarrollo pueden compartir este tipo de datos cuando sólo el 58,8% de la población mundial tiene acceso a Internet.
Dicho esto, hay algunas empresas que ya están abriendo caminos para aprovechar los grandes datos en la búsqueda de mercados más ecológicos. Los registros de créditos de carbono que han surgido recientemente en los EE.UU. son un gran ejemplo de esto. Las tecnologías que están siendo desarrolladas por las empresas Oxy Low Carbon, que prevén un mundo en el que los créditos de carbono se comercializan tal y como lo hacen ahora las materias primas, son otro ejemplo.
Además, hay un precedente de este tipo de cambio impulsado por el mercado en una industria importante: el negocio de la música. Las ventas de CDs llegaron a su punto máximo en 1999, el mismo año en que Napster comenzó a ofrecer descargas P2P de MP3. Lo más importante es que no fue sólo el menor costo de las canciones de Napster lo que le permitió iniciar la revolución de la música digital: también fue el hecho de que los consumidores tenían mucha más información sobre las canciones y los álbumes que estaban descargando.
En lugar de comerciar con 500 barriles de crudo, los inversores del futuro podrían tener acceso a información extremadamente detallada sobre el lugar de extracción de este petróleo y el coste ecológico de éste. Para las compañías e inversores que buscan probar sus credenciales ecológicas, esto podría hacer toda la diferencia.
Transparencia y ganancias
Por supuesto, un lector cínico podría observar que no es -al menos en la actualidad- de interés para las grandes empresas manufactureras y mineras poner a disposición del público los datos que recogen. Registrar el verdadero costo ecológico de la forma en que producimos alimentos, por ejemplo, podría hacer que estas compañías temieran una reacción pública.
En realidad, sin embargo, es poco probable que esto marque una gran diferencia, dada la gran revolución de los datos que está ahora sobre nosotros. Los inversores van a empezar a exigir esos datos antes de que pase mucho tiempo, ya que saben que las empresas ya los recogen. La primera empresa que los ponga a disposición podría esperar un aumento significativo de su percepción pública al hacerlo, pero lo más importante es que también estarían cambiando el mundo para mejor.