La inteligencia artificial (IA) se refiere a la capacidad de las maquinas para imitar o superar la inteligencia humana que se logra mediante el desarrollo de algoritmos y modelos que pueden procesar grandes cantidades de datos, lo que permite a las máquinas hacer tareas que antes solo podrían hacer los humanos.
Según Pablo Bongiovanni, autor de Inteligencia Artificial para Educadores: Una Guía Básica (2023), la IA no es una panacea, como tampoco lo ha sido históricamente ninguna otra tecnología educativa de impacto en la educación; no es una solución mágica para los problemas educativos, sino una herramienta más que puede ayudar a mejorar el aprendizaje y personalizar la enseñanza. Señala algunas herramientas para integrar la IA en el aula de todos y cada uno de los niveles educativos, como, por ejemplo, plataformas de aprendizaje en línea inteligentes, software de reconocimiento de voz y transcripción, aplicaciones de tutoría virtual, sistemas de evaluación automatizados, herramientas de análisis de datos para el aprendizaje, Chatbots educativos, juegos de realidad virtual y aumentada y sistemas de generación de contenido.
Ahora bien, al impacto positivo de la IA hay que acompañarlo de manera responsable y ética para garantizar que los beneficios superen los riesgos potenciales.
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Y asi como Google nos presentó grandes posibilidades para usar en clase, también algunos dolores de cabeza, ahora parece que se suman otras herramientas con la IA. Los docentes que usamos la tecnología en el aula, fomentamos -desde siempre- una búsqueda en Internet dirigida con estrategias activas por parte de los estudiantes para la construcción de saberes. Sin embargo, quienes mantienen una mirada un tanto tradicional y verticalista en las clases, se quejan de que los estudiantes se aprovechan del consabido “copiar y pegar” que se generalizó no sólo en las escuelas, sino también en las carreras de grado y de posgrado universitario, lo cual nos llevó a estar alertas porque no faltó algún trabajo de Maestría con plagios de textos de otros autores encontrados en la web.
En cuanto a lo nuevo, en estos días se ha viralizado la interfaz Chat GPT, un sistema de chat con IA que está entrenada para mantener conversaciones, de manera que, ante una pregunta, la entenderá y responderá. Es un modelo con más de 175 millones de parámetros, y adiestrado con grandes cantidades de texto para realizar tareas relacionadas con el lenguaje, desde la traducción hasta la generación de un texto. Y, si bien al igual que Google, en la escuela, podría ser útil para alguna trampita que un estudiante haga a un profesor cuando éste le pida una monografía acerca de un tema o respuestas a preguntas referidas a ciertas cuestiones si usa el sistema mencionado ya que podrá generar textos, respuestas acertadas y completas; varios párrafos e incluso con información exacta, es necesario abrir la mirada e incluir lo nuevo. No caben dudas de que se hace muy complejo distinguir si el texto ha sido escrito por el estudiante o generado por IA ya que sus algoritmos son capaces de entender interrogaciones, dando respuestas con gran precisión y de una manera coherente; pero si la propuesta de enseñanza es innovador, el aprendizaje será único y singular.
Por lo tanto, lo que hacemos en el aula deberá cambiar de una vez y para siempre. La tecnología, transformada en un arma de doble filo, nos debe ayudar a replantearnos para qué y cómo educamos: ¿Enseñamos para que los estudiantes repitan una lección memorísticamente y para que escriban textos que no le encuentran sentido? ¿O enseñamos para que los niños, niñas y jóvenes encuentren un espacio de aprendizajes sólidos y de herramientas para seguir aprendiendo?
Los avances tecnológicos nos obligan a tomar postura para poder enfrentar a las formas tradicionales de aprender y dar lugar a la verdadera apropiación del sable. Por lo cual la creatividad pareciera ser la respuesta a este nuevo mundo en el que nos toca vivir reconociendo e identificando a nuestros alumnos/as como sujetos autónomos, capaces de ofrecer respuestas nuevas a diferentes escenarios válidos donde todas podrían ser y esto reclamar un cambio de actitud y de apertura por parte del profesor. Entonces, la salida podría estar en usar estrategias de enseñanza más activas como la resolución de problemas, la clase invertida o los estudios de casos para que los/las estudiantes – mid por el docente- investiguen y encuentren las respuestas a lo propuesto. A su vez, el Chat GPG podría usar en algunas disciplinas para que ayudemos a los alumnos a tomar conciencia de que no hay una respuesta válida, que la IA también puede estar sesgada o atravesada por el poder político y económico y, desde luego, que somos sujetos inmersos en contextos socioculturales.
No es necesario temerle a la tecnología si sabemos cómo advertir plagios, como descubrir si “copian y pegan”, pero primordialmente si fomentamos múltiples habilidades cognitivas que permitan a los estudiantes analizar, sintetizar, formular y verificar hipótesis, proponer conjeturas, interrogar, desarrollar el pensamiento crítico e imaginario.
No es necesario temerle a la tecnología si fomentamos ser cada vez más humanos. Y la escuela tienen mucho que ver con eso. Es un gran desafío, pero por encima, una imperiosa necesidad.
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