Siri, Alexa y Cortana son solo algunas de las inteligencias artificiales a las que el hombre humanizó con un nombre femenino y empleó como su mano derecha, sus “asistentes virtuales”. Sin embargo, la combinación de algoritmos que hace posible aquel diálogo ha ido más allá de una interacción ‘pregunta y respuesta’ básica, al punto de ejecutar — casi a la perfección y en cuestión de segundos — tareas que a las personas comunes nos lleva horas realizar, y la llegada del prototipo de chatbot, Chat GPT, es un claro ejemplo de ello.
Indagar sobre las características de este invento digital no es algo realmente complicado. Existen cientos de páginas web que brindan descripciones precisas acerca de sus funciones, pero tuvieron que fuera la misma creación que ha encantado a unos usuarios y aterrado a otros, quien nos cuente cuál es su labor. Para ello solo es necesario introducir una corta pregunta en su interfaz: “¿para qué Chat GPT?”.
Ante el cuestionamiento, la propia plataforma respondió: “Es un modelo de lenguaje natural diseñado para procesar y comprender el lenguaje humano. Como modelo de lenguaje, su función principal es generar texto coherente y relevante en respuesta a las preguntas y comentarios que recibe de los usuarios, con el objetivo de brindar información y asistencia en una amplia variedad de temas”.
Como lo dice su nombre, este portal simula el formato de un chat en el que el usuario puede llevar a cabo una “plática” con la inteligencia artificial, que está entrenada y diseñada para mantener diálogos que se acerquen a los naturales. Aquello lo ha convertido en un útil instrumento para diferentes áreas profesionales, y una competencia para otras.
“Su capacidad para entender el contexto y la intención detrás del lenguaje humano lo convierte en una herramienta valiosa para la comunicación en línea, la educación y la investigación, entre otros campos”, dijo el sistema de conversación automatizado en una explicación que parece advertir que su eficacia podria superar la de los mortales.
Si bien esta invención ha maravillado a miles con sus capacidades, se ha convertido en una herramienta a la que su propio creador, Sam Altman, le teme. Y es que, según dijo, el funcionamiento de este sin un ente regulador podría ocasionar un daño significativo en la sociedad.
“OpenAI se fundó con la creencia de que la inteligencia artificial tiene el potencial de mejorar casi todos los aspectos de nuestras vidas, pero también crea serios riesgos”, dijo el empresario ante un panel del Senado estadounidense, pidiendo el apoyo del gobierno para moderar su obra.
Son varios los casos de profesionales y estudiantes que acuden a este recurso digital para agilizar o aminorar su carga de trabajo. Sin embargo, lejos de conseguir un beneficio, en ocasiones se encuentran un problema, tal como le ocurrió a un abogado en Estados Unidos, quien empleó Chat GPT para redactar un escrito y defender a su cliente, sin saber que la inteligencia artificial había inventado los precedentes legal con los que planeaba continuar una demanda.
Varios estudiantes han sido puestos en evidencia por sus maestros tras usar Open AI para hacer sus tareas; los docentes, acoplándose a los nuevos trucos digitales, utilizando diversos softwares de verificación para asegurarse de que el plagio sea un mito.
Cada vez existen más portales como este chatbot que parecen estar comprometidos en convertir la ficción en realidad: desde programas de imitación de voz, creadores de sesiones fotográficas basadas en una sola imagen del sujeto, productores de arte digital automatizados, entre otros que, poco a poco, parece desplazar al humano.
Aunque incluso la misma empresa creadora de este sistema aseguró en un estudio que profesionales como traductores, matemáticos, escritores, diseñadores de interfaces web, reporteros y auditores podrían ser mejores por su innovación tecnológica, lo cierto es que existen elementos en los que, por lo menos hasta ahora, la inteligencia artificial no puede emular al hombre: la conciencia, la sensibilidad y el pensamiento crítico. El propio Chat GPT acepta su derrota ante aquella situación.
“Aunque es capaz de procesar grandes cantidades de información a una velocidad increíblemente rápida, todavía hay ciertas tareas que son más difíciles para la inteligencia artificial que para los seres humanos. Por ejemplo, la empatía, la creatividad y la capacidad de juzgar situaciones complejas son habilidades que todavía son difíciles para los sistemas de inteligencia artificial”, mencionó la herramienta en cuestión.
Con ello queda claro que existirá una brecha permanente entre la tecnología y los individuos. Nuestras, específicamente las capacidades cognitivas, resultan irreproducibles para la ciencia pese a su evolución. Si bien Open AI busca continuar adiestrando su invento en el desarrollo de funciones relacionadas con el lenguaje, no se desplazará por completo a los profesionales… por lo menos hasta dentro de varios años.