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Abran paso a la «IA» porque, de todas formas, va a pasar

6 de julio de 2023

Escribe sobre el tema el Lcdo. Jaime Sanabria.

Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad exclusiva de los autores y no reflejan, no obstante, las de Microjuris.com. Las columnas pueden enviarse a mad@corp.microjuris.com y deben tener de 400 a 600 palabras.

Por el Lcdo. jaime sanabria

El primer uso doméstico del fuego, documentado aproximadamente 800.000 años atrás, dio paso, con el devenir de las culturas y sus distintas aplicaciones, a la fusión nuclear. Aquella primera máquina de vapor de finales del siglo XVIII ha desembocado en trenes que levitan magnéticamente sobre rieles. Incluso, si no retrocedemos tanto en la historia de la humanidad, aquella primera computadora que medio inventara Sthepen Wozniak, y que Steve Jobs comercializara a mediados de los años 70 del siglo anterior, se ha convertido en uno de los pilares tecnológicos de la civilización actual .

Con lo anterior, quiero ejemplificar que no existe una sola tecnología, en la nómina inabarcable de las mismas, que haya detenido su proceso de mejora continua; que, aunque lo investigado, lo inventado, lo propuesto, haya carecido de ética, la evolución ha seguido su curso y ha desarrollado cualquier proceso, útil, ingenio, técnica, terapia o cualquier otra inherencia a nuestra especie aunque su utilización haya sido vil y perversa en algunos casos. Solo hay que observar el uso dado a la energía nuclear para identificar las dos vertientes de su desarrollo.

La invasión indiscriminada de la inteligencia artificial (IA) amenazó con trastocar los esquemas de las relaciones personales y profesionales, con derribar muros de intercambio y de comunicación que, hasta ahora, parecían inexpugnables. La de una tecnología que no solo podría suplantar la inteligencia humana, sino que podría multiplicar sus capacidades, en una proporción exponencial a medida que el sistema se va perfeccionando, ha propiciado, incluso, que algunos gobiernos hayan tratado de poner freno a su establecimiento y que, incluso, algunos de sus desarrolladores hayan advertido de los riesgos de su descontrol.

Pero no hay ni alternativa, ni vuelta atrás, ni posibles mordazas, ni alambres legislativos (siquiera potenciales) capaz de detener el avance del ejército multifactorial de la IA. La única respuesta es acomodarse, para crearle el hueco necesario, porque, de lo contrario, ella nos invadirá y ocupará espacios indebidos.

No hace mucho comenté, en este mismo medio, la noticia de que un juez colombiano había utilizado el Chat GPT para la elaboración de una sentencia. No se produjo una sustitución de las funciones del magistrado por la herramienta, sino que «la máquina» calificó de apoyo jurídico para sustanciar un veredicto que terminó, lógicamente, por imponer al juez.

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¿Lógicamente?

Aplicando la imaginación de un novelista inclinado a las distopias, no parece descartable que en unos años (pocos) sea «esa máquina» evolucionada la que acabe dictando sentencia tras procesar toda la información de un caso. Las derivaciones de la IA, en cualquiera de los territorios del conocimiento o de la actividad humana, son inimaginables en este momento y cualquier predicción, cualquier pronóstico resultaría poco menos que atrevido, por lo que hay que situarse en el presente y en el futuro a corto plazo para aceptar que la tecnología ha cobrado una velocidad inusual y conviene estar preparado para que no nos devaste.

Aunque la IA ocupa el protagonismo tecnológico de los últimos tiempos, no sería justo reducir la tecnología a ella, porque el progreso presenta múltiples variantes de todo tipo y cualquiera de ellas, utilizada correctamente, proporciona beneficios tanto a nivel personal como en el ámbito de lo profesional

Estamos en una época inflacionaria, en lo que concierne a los avances, y quien no se una a las posibilidades que surgen corre el riesgo de marginación, en particular, en lo que atañe al campo laboral, porque en el personal cada uno escoge el grado de utilización tecnológica que quiere para su vida, pero el trabajo no admite nostalgias de otros tiempos, ni solicita caridad gubernamental para sobrevivir, ni resistencias, ni imprecaciones. Se necesita incorporarse, en marcha, al tren de la tecnología. Las ventajas son numerosas.

La digitalización de las empresas economiza tiempo, mejora el control de los procesos y de la operación, evita desplazamientos si la actividad permite trabajar remotamente, contribuyendo pues a la reducción de la huella de carbono; agiliza las tareas, permite la incorporación de talentos de cualquier parte del planeta, posibilita la intercomunicación, fomenta la igualdad de oportunidades y permite una mayor conciliación de las vidas familiares y laborales al poder simultanear, si se quiere, lo presencial con lo doméstico sin menoscabo del rendimiento.

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Pero como todas las transformaciones, la digitalización, la modernización de las organizaciones requieren de inversión y rara vez esta ofrece un rendimiento inmediato, por lo que a las dificultades económicas potenciales propias del desempeño cotidiano de la actividad de una empresa se le unen los gastos de ese comodo tecnológico al presente. En cualquier caso, no parece haber otra alternativa que adecuarse a los tiempos o resignarse a desaparecer como empresa.

Puerto Rico, en su condición de territorio demacrado en lo económico, esclerotizadas las inversiones de capital extranjero, con sangrante retroceso en su demografía, en manifiesto estancamiento la creatividad de sus líderes para atraer talento y que nos saquen de este letargo de décadas que nos minimizar como territorio, ayunos de identidad propia como nos venimos proyectando, se requiere del empuje del sector privado para resucitar y dejar de ocupar el último lugar en demasiados de los rankings que señalan las penurias de los diferentes estados y territorios de la nación norteamericana.

Somos hijos de nuestra época y no debemos seguir viviendo de los supuestos esplendores pasados ​​porque esa nostalgia de un tiempo prescrito solo provoca frustración; acomodarse o rendirse, y lo segundo conlleva el apartamento, recalar en un fondeadero donde se oxidan los barcos inservibles que sueñan con aquellos mares turquesa que ya no volverán.

El inconformismo y la ambición han sido y parecen ser dos de los principales motores del auge de imperios, países y entes geográficos de menor rango, y el inconformismo es aliado de la reivindicación, de gestar alianzas entre quienes persiguen multas parecidas. Por eso, se requiere un movimiento social comprometido, que sirva de contrapoder al político, para instigar esas reformas que la tendencia natural a la comodidad de la clase política no abordaría per se.

Puerto Rico necesita dinamismo empresarial, y también atrevimiento, capacidad de anticipación, y luz exigencia de mejoras en las infraestructuras de la isla, en particular, en las comunicaciones, en las físicas y en las telemáticas, para que el próximo huracán no nos deje sin una semana.

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Las empresas requieren también de inyecciones económicas para afrontar la aludida necesaria modernización – o solo adecuación al presente– de sus instalaciones y sistemas productivos. should the Government of la isla, que por muy constreñido que esté entendido el presupuesto por la JSF, tiene que elaborar nuevas teselas legislativas que favorezcan el crecimiento.

El sector privado, en el estado actual de la economía de nuestra isla, no puede reconstruirse sin que una cuota de esa resurrección la sostengan leyes gubernamentales que beneficien las inversiones a fin de volver a despertar confianza internacional más allá de nuestro vivero de artistas musicales de primer nivel y de nuestra condición de destino turístico (muy alejado su desarrollo de otros escenarios caribeños). Y actualmente y aunque me duela, no podemos ofrecer mucho más al mundo.

Regresando a la IA, como máximo exponente de la velocidad tecnológica a la que circula la humanidad, es necesario coaligarse con ella en lugar de considerarla enemiga, aprender sus mecanismos, explorar sus vetas más auríferas y ponerla a trabajar en beneficio de personas y organizaciones.

Porque – y ahora regreso al novelista distópico– esa IA no va a detener su avance en su intento (quizá ella, por no tener, todavía, conciencia y conciencia, no lo sabe todavía) de conquistar el poder absoluto y relegar a los seres humanos a una posición secundaria en el orden mundial. Pero mientras esto sucede, debemos beneficiarnos de ella y orientarla a nuestros intereses, precisamente, para evitar que suceda.

Parece una paradoja, sin el “parece”, pero, en demasiadas ocasiones, en las paradojas reside la verdad.

Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad exclusiva de los autores y no reflejan, no obstante, las de Microjuris.com. Las columnas pueden enviarse a mad@corp.microjuris.com y deben tener de 400 a 600 palabras.

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